Turismo sustentable

El avance de la mundialización provoca el auge de ciertas actividades económicas así como la declinación de otras, dependiendo del atractivo que puedan despertar el consumo en el imaginario de esa multitud de personas que no encuentran en su país los límites de actuar sino que, a la inversa, se afanan por salir a lugares lejanos para tener nuevas experiencias. La estrategia de la ciudad de Valparaíso al buscar la certificación de "Patrimonio Cultural de la Humanidad" buscó sin dudas capturar la atención de miles de personas que en el mundo orientan sus preferencias de visitas turísticas de acuerdo a los patrones que fija la prestigiosa UNESCO. Los resultados de la certificación no se hicieron esperar y Valparaíso cuenta con un aumento sostenido de la visita turística desde el año 2004 hasta estos días.

Sin embargo, las autoridades y los emprendedores que han aprovechado las oportunidades de la mundialización no deben olvidar que, como cualquier otra actividad económica, el turismo puede no tan sólo generar externalidades positivas -empleo, rentas, inversión- sino también efectos indeseados, como lo son la presión sobre el ambiente natural y cultural, el abandono de zonas de menor atractivo turístico y el descuido hacias los intereses y necesidades de los habitantes tradicionales. La inteligencia de quienes nos gobiernan debe encontrar un equilibrio entre la potenciación de las externalidades positivas y el control firme de los efectos indeseados a través de una adecuada regulación de las actividades económicas. De manera de orientarlas hacia el bien común, en este caso de habitantes y de visitantes.

En estos días se ha estado poniendo en la discusión pública, por ejemplo en nuestro Seminario donde invitamos a Jordi Tresserras, precisamente, el tema del turismo sustentable. Con este concepto se trata pensar en el bien común de la ciudad en cómo explotar económicamente los recursos ambientales y culturales que se poseen de manera privilegiada, al punto de obtener el reconocimiento internacional, sin transformar los barrios en lugares ingratos para vivir, inseguros para circular y caros para vivir. A estos desafíos de la ciudad las Universidades debieran estar particularmente preparadas para responder.    

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